¿Como es posible un cambio tan radical, como el que supuso la ley de Cristo en cuanto a “dar la otra mejilla”, con diferencia de la ley del “ojo por ojo y diente por diente”?
En pocas palabras, creo que el cambio fue necesario debido a la total ausencia de justicia.
Se suponía que Israel realmente desplegara la justicia de Jehová frente a la maldad y así parece que lo hizo por algún tiempo. Pero no por mucho.
Ya para el tiempo de Jesús, justicia era lo que menos había. Los oprimidos buscaban ayuda en sus sacerdotes, maestros y líderes y solo conseguían ser ignorados o ser más trasquilados y abusados que antes.
Dar ese derecho a pérdida, era lo mejor que se podría aconsejar. Tener esta nueva actitud –que no buscaba el pago justo por los daños-, libraría a las personas de decepción, ansiedad, angustia y desesperación innecesarias.
Hoy en día tenemos muchas personas que buscan justicia desesperadamente. Los testigos de Jehová sufren generalmente en silencio toda clase de abusos por parte de sus líderes –léase ancianos- en las congregaciones a nivel mundial. Estos abusos son de toda clase y colores.
Un ejemplo muy gráfico es la ya famosa “Visita de Pastoreo” de los ancianos. Esta visita logra el pánico colectivo como ninguna otra cosa dentro de la congregación. Básicamente, quien recibe tal visita esta a merced de los "consejos" y normas de quienes les visiten.
¿Esta desanimado? ¿Tiene problemas de cualquier índole? El santo remedio reza: solo debe predicar más, ir a todas las salidas del ministerio, mantenerse al día con las publicaciones, leer el texto diario, hacer más revisitas, conducir más estudios, hacer el precursorado mas seguido, prepararse para todas las reuniones, ir a todas las reuniones, comentar en las reuniones, nunca sentarse en la misma silla en las reuniones, etc., etc.
¿Qué hay de los problemas del individuo que ha sido “pastoreado”? Como la misma Atalaya lo ha admitido un par de veces, los ancianos no están capacitados para atender psicológica ni emocionalmente a nadie. Así solo se logra atrapar y aprisionar más y más al individuo en tareas obligatorias por parte de su organización y de sus pastores.
Ese individuo busca una real ayuda, una real comprensión, pero la verdad es que sus ancianos no pueden dársela. Solo lo “animan” a cumplir mas cabalmente con la “rutina espiritual” que -se supone- debe hacer. Llega al punto de frustración en que el hermano simplemente discute su situación frente a sus ancianos de una forma frontal, exigiendo comprensión; pero lo único que logra es ser catalogado de rebelde.
Luego, un amigo le aconseja escribir a la Sociedad por ayuda y guía. Esperanzado escribe a la sucursal derramando su corazón por un oído que le sepa oír. Mas que mal, las publicaciones le enseñan que puede confiar en los ancianos maduros y experimentados que habitan Betel.
La respuesta se hace esperar un poco y con copia a los ancianos, finalmente la guía desde Betel llega y vuelve a rezar: esperar hasta el nuevo orden y mientras tanto “solo debe predicar mas, ir a todas las salidas del ministerio, mantenerse al día con las publicaciones, leer el texto diario, hacer mas revisitas, conducir mas estudios, hacer el precursorado mas seguido, prepararse para todas las reuniones, ir a todas las reuniones, comentar en las reuniones, nunca sentarse en la misma silla en las reuniones, etc., etc.”.
Una carta confidencial con instrucciones les llega a los ancianos respecto al individuo que acaba de escribir. El individuo no sabe nada de esa carta. Entre paréntesis, por lo general, en el departamento de servicio de la sucursal, se entiende que si una persona llega al punto de escribir a Betel con un problema, es porque sus ancianos han sido incapaces de ayudarle o hay cierto grado de recelo entre ellos. El que alguien haga eso, ya demuestra falta de confianza en los ancianos locales y falta de respeto por la “teocracia”. Por eso, generalmente, las instrucciones de la sucursal a los ancianos que no dejaron tranquilo al hermano con su “ayuda” previa, es que lo mantengan monitoreado.
Y en este punto, ¿Dónde esta la justicia de Dios aplicada?
Veamos un caso más trágico. Algunos ancianos causan daño a una hermana en un negocio. Es un monto considerable. Ella ha tratado de hablar muchas veces con ellos para que arreglen su deuda, pues es todo lo que ella tiene para sobrevivir. Pero no se logra nada. Ella decide hablar con el superintendente de circuito, pero no sabe que este hombre es amigo íntimo de los ancianos en cuestión y solamente aplaza el asunto dejándolo pendiente.
Luego de esperar varios meses por alguna solución, ella decide escribir a la sucursal. Ella tampoco se imagina que los únicos ojos y oídos que la sucursal acepta como veraces son los de su representante, el superintendente de circuito; ¡ah! pero no olvidemos que el es amigo íntimo de los ancianos sobre cuales pesan las acusaciones.
Respuesta que finalmente le llega desde la sucursal: Seguir siendo sumisa al arreglo teocrático y mientras entiende que Dios odia a los rebeldes contra sus pastores nombrados, “solo debe predicar mas, ir a todas las salidas del ministerio, mantenerse al día con las publicaciones, leer el texto diario, hacer mas revisitas, conducir mas estudios, hacer el precursorado mas seguido, prepararse para todas las reuniones, ir a todas las reuniones, comentar en las reuniones, nunca sentarse en la misma silla en las reuniones, etc., etc.”.
Y en este punto, ¿Dónde sigue estando la justicia de Dios aplicada?
¡Que apropiado es el consejo de Jesús de “dejar que se nos haga injusticia” porque, al fin y al cabo... “Dios pagará. ¡Suya es la venganza!” !
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Friday, April 4, 2008
Del "ojo por ojo" a "dar la otra mejilla"
at las 8:34 PM
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1 comment :
Escribía Gustavo Adolfo Becker, en sus "Rimas y Leyendas":
"Hay regalos que compran la voluntad"...
Efectivamente, los superintendentes de circuito y distrito, a menudo, están atados de pies y manos por los muchos regalos que aceptan de los ancianos.
¡Ásí no se puede administrar justicia!
Recuerdo una película que harían bien en volver a ver... todos estos vendidos: "Un hombre para la eternidad". La vida de Thomas Moro, un hombre íntegro y con principios.
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