La investigadora Anne Wilson Schaef, en su Libro "La Organización Adictiva", ha reunido convenientemente los “síntomas” de tales organizaciones.
Estas "típicamente, funcionan con un sistema cerrado, una especie de mentalidad de “pensamiento de grupo”, y tratan de limitar la exposición a nueva información, particularmente si esa nueva información pone en tela de juicio principios que la organización ha sostenido por largo tiempo.
Tal postura cerrada y hermética fomenta un egoísmo en el cual todo se percibe ya como un ataque o como una afirmación del ego corporativo. De este sistema cerrado de funcionamiento surge la deshonestidad.
Comúnmente, la organización se engaña a sí misma, engaña a la gente dentro de ella, y engaña al mundo fuera de ella. Se asume tácitamente que, sin importar el costo, hay que mantener el control de la organización y sus adherentes.
A menudo, esto se hace fomentando un falso perfeccionismo, “sabiendo siempre las respuestas con la Biblia, siendo los primeros con la solución de los problemas de la gente y no cometiendo jamás ningún error". Finalmente, las organizaciones abusivas, en algún momento, con frecuencia caen en el disimulo y en el consiguiente deterioro ético. Los adherentes son confrontados con una elección que no admite otra posibilidad: o te acomodas con la disfunción, o te vas. “El proceso adictivo ataca la moralidad y los profundos valores morales de uno”", observa Schaef.
“El sistema adictivo nos invita a comprometer nuestra moralidad personal invitándonos a participar en todos los procesos que acabamos de describir: hermetismo, egocentrismo, deshonestidad; perfeccionismo; concesiones éticas”.
Lamentablemente, reconocí todos los procesos que Schaef enumeró. Todos se desarrollan en los Testigos de Jehová y esto les convierte en un sistema adictivo y perjudicial que elimina por completo a la individualidad personal. Tal como ha existido por más de 100 años, su teología triunfalista y su gobierno autoritario y jerárquico permiten que el sistema religioso de la Watchtower sea contrario al humilde ejemplo de Cristo y por ende, un sistema abusivo en su naturaleza.
El hecho de que el cuerpo gobernante siempre ha estado cerrado a cualquier idea fuera de la suya y su constante renuencia a admitir –humilde y cándidamente– sus errores, les convierte en modernos abusadores espirituales.
Es virtualmente imposible cambiar la organización elevando la voz mientras se está adentro. Los cambios han nacido a raíz de la presión de quienes ya han salido o de quienes nunca han creído su absolutista doctrina.